
Por este
trocito de red pesquera hablamos de las buenas sociedades del país, y hay muchas. Una de ellas es la de Pescadores da
Ulloa. Diez años, diez, al servicio de la pesca, de su río, el
Ulla, de sus socios... La imagen corresponde a cinco amigos. La saca
Piñeiro y en ella, otros cuatro,
Moralejo, José Antonio
Rodríguez, de la asociación, M
enda L
erenda y el
Ulla. Durante un ratito de una tarde espléndida pudimos hacer unos lances en su
compañía, charlando de lo que nos gusta y de lo que nos gustaría. Este directivo, el secretario de la agrupación de esta tierra, lleva una decena de temporadas trabajando duro, muy duro con sus compañeros, para que en A
Ulloa haya un río de
mócrata, con muerte, sin muerte, libre sin muerte... Una inversión que dejaría temblando a cualquiera hace que el
Ulla tenga su canal de
alevinaje, su refugio para pescadores, incluso terrenos propios, preciosos, al lado de uno de los cotos, para futuros proyectos. Es impresionante. Pero en sus ojos veo el cansancio, también el de las vicisitudes del camino que vivimos. José Antonio tiene fe en la juventud, en que pueda haber un relevo lógico como en otros clubes, como hizo Salmo hace un par de años, ya que el patrimonio que dejan es
importantísimo. En patrimonio y recursos, por ejemplo, puede estar a la par, o cerca, o incluso superar al de la propia Federación. Hay directivos que deberían durar toda la vida, o ser de acero inoxidable (¿os imagináis que fuéramos de acero inoxidable?). Y a mi me apetece mucho ir a pescar con José Antonio, parar para comer, seguir por la tarde, hablar de dónde pescó esta y dónde se le fue la otra, pero para eso tiene que disponer, tenemos, de tiempo. Lleva diez años, con
Guerreiro, el presidente, un gran hombre también, que imagino tendrá los mismos sentimientos que su inseparable compañero. Con medio millar de socios y diez años pueden hacer lo que quieran. Seguir, descansar, pescar. Lo que la gente noble hace, bien hecho está. Enhorabuena a A
Ulloa. Cuando pescas por allí lo haces en el corazón nuestra tierra. Y
creedme que se nota.