martes, 12 de octubre de 2010

Mare nostrum


¿Pensabas que me había olvidado? Eso es imposible, que me olvide y que lo pienses, porque sabes que regreso siempre. Si yo voy al revés que el cauce del río. Mi vida empezó en el mar de Valdoviño, en su laguna, y luego fue subiendo por el Xuvia y el Mandeo. Mi desembocadura vital debe estar en una montaña, en una fuente. Por eso me tenía el agua dulce enganchado, venas suyas con venas mías, mas ahora deben descansar unos meses para que, allá por marzo, con el despertar de la primavera, volvamos a tentar al rey, al prícincipe, a las truchas... Pero ahora, nuestro mar, y con buen tiempo, tiempo de la reina robaliza y del noble sargo; de la espuma y la brisa fría. Del paseo haciendo fiesta con el chivo, que también merece un nobel... Del inmenso azul. Aunque, de inmenso, ya queda poco.
Hace un par de días, con el alba, me acerqué a Sabón para pegar cuatro lances con toda la alevosía robalicera y nocturnidad pescadora. No miro para mi derecha en Sabón, porque el mamotreto de la térmica es demoledor en el paisaje. Las cosas como son. Hará falta, da trabajo y cuando el agua sale calentita vienen las robalizas, pero rompe la imagen, la naturaleza. Antes solo miraba hacia el frente del mar y, unos meses después de mi última visita a las surferas y pescadoras olas arteixanas, volví a hacerlo. Buscaba el final de la inmensidad del azul, esa difumunación celiana-mazurquera de de la línea del horizonte. Me encontré el Puerto Exterior de A Coruña. Que también hace falta, y da trabajo, y es importante... Pero también se ha cargado el horizonte... Yo había visto que se cargasen un río, una presa, un lago, pero cargarse el horizonte, eso no lo había ni imaginado.
Da igual. Ahora, en otoño, tocan las playas arteixanas y carballesas. De las mejores del mundo, a pesar de muchísimos e incontables pesares. Surf&frouxos.