Hay que jorobarse y bien. Pisé el río en septiembre, por primera y última vez, en la temporada. El impresionante río...
No por pescar, que no salieron muchos reos y algunos esguines, sino por volver al Mandeo de una vez, que era tiempo sin vernos, andaba yo nervioso…
Lestal por la mañana, con un bicho de Eloi (regalado a un reo de porte). Las caénidas pintando todo de blanco, y tu en el medio, venga a sacar línea aunque sabes que no hace falta, pero venga más línea, que vuele entre los árboles, que aquí los ameneiros dejan lanzar y lo que no hay que hacer es ponerse debajo de un Carballo por la CMB (caída de muchas bellotas). Ahí metidito, en el medio de un río con poco agua, vadeando lento y pescando muy despacio… Hasta cambié la mosca, con paciencia, ante un pez que estaba a pocos metros. Si llevara siete ‘Mandeos’ esta temporada igual le lanzaba con cualquier cosa, con lo puesto, pero - nobleza obliga- estos días era otra historia.
Comer en Chelo, que sabe a Dios Bendito, una siesta más reparadora que una semana en un balneario, una charla con unos buenos guardas y vuelta a A Coruña. Me dio tiempo hasta a tomar una caña en A Gaiteira.
Y encima, de vientre, ya fui de PM (conocida abreviatura aportada por D. Juan José Moralejo).
Grande, Mandeo. Grande
(Abajo, foto con un transhumante local que ese día tenía las cabras y las ovejas en casa. Le dieron permiso los animales y su mujer, que también es medio cabra, y se fue a pasear por la ribera de Chelo para ver cómo se pescaba a risco, ya que pretende hacer artificiales con el pelo de sus ovejas. En fin, lo que hace el alcohol).