Hay pocos reos por el Tambre, pero hay mucho Tambre, y con eso basta.
Días de pesca no planeados no salen como flores por estas fechas y, si surgen, hay que aprovecharlos. Como tengo un hermano mayor que no me lo merezco, ideó, arregló, precisó y combinó todos los elementos para poder pescar una noche y una mañana en las riberas del coto de Noia. No hubo mucha suerte. Los peces son pequeños, faltan los 'tramancos' de este río, pero lo que cuenta no es pescar, que alguno pillamos (y devolvimos), sino el camino que andas mientras lo intentas. Son días de cura para el alma. De on/off. Y llevábamos ajetreo. Allá, entre Os Mallos y O Marcaso se quedó.
Mención especial me dejo para la Pesqueira del Tambre. No conocía sus instalaciones 'superiores'. Lo son por altura y por calidad. Precioso, para ir con amigos, en pareja, con la familia, solo... Yo, mejor, con los míos, que encima tienen más arrestos que este menda y se levantan cuando los gallos aún están empezando a dormir para estar a las 'y trece' lanzando. Cuando lo permite la ley, vamos, pero sin perdonar un segundo. Pescadores de reo, de risco, de lusco e fusco, de Tambre. Unos minutos metido en el agua, charlando, mientras cae la noche, diez lances de risco con un amigo y una cerveza, después, valen el peso en oro del más grande de Catoria. Y es mucho oro. Todo el que reluce.