Espero que allí, adonde vas, haya un montón de reos que entrarán a tus moscas, como siempre, como si fuera una jornada en Ponte do Porto de las de antes, de pescar mucho y bien.
Ya ves. Te has marchado sin dejarme que te enseñase un librito en el que cuento una anécdota tuya. Quería regalártelo para recordar con gratitud aquella cajita de moscas con la que tú me obsequiaste hace algunos años.
Ya dejé el club hace tiempo, como sabes, pero aún así sé lo que te van a echar de menos tus compañeros, porque has sido una parte fundamental de Salmo.
Han sido muchísimos años, tantos, que ahora, para todos los amigos que por esta otra parte dejas, serás eterno.
Menuda la que liarás por ahí cuando te reencuentras con un montón de compañeros pescadores. Que se vayan preparando. Llega el jefe.
Ahora, querido ‘Plumas’, recuperarás la vista, precisamente, de un plumazo, y podrás volver a montar un montón de moscas para regalar a toda la cuadrilla que por ahí pescáis. Volverás a estar ágil para pegarte madrugones, rápido como el viento sobre el río Grande.
Podrás ser como la brisa sobre el Xallas o la niebla pegada al Anllóns, o un enorme salmón que nunca será pescado, por bravo y listo... No sé qué elegirás, pero siempre habrá algún momento en nuestras jornadas de pesca, seguro que entre tus amigos de Salmo, muchas tardes en el club, en muchos lances de la vida, en que tu sonrisa pícara aparecerá para recordarnos que, si no pescamos con tus moscas, mejor que nos retiremos.
Descansa en Paz
En tu memoria