Julio resbala como el agua por encima de una losa para los que tenemos vacaciones al final de verano. Particularmente siempre ha sido un mes de trabajo en todos los aspectos, por eso cuando piso Leiro soplo de placer. Ya veo Isorna, y el mamotreto de obra... es el progreso. Pero veo la ensenada de Rial desde lo más alto y la subida a Abuín y eso es mucha vista de Dios. La ría de Arousa, 'O río' en Leiro, es un muro fresco de agua de muchos colores. Un río como el de las películas en las que los ríos son muy grandes. Desde Catoria hasta As Cunchas, donde el Ulla se hace Atlántico, de partido, y no cambia nunca más la chaqueta.
Por eso, las últimas semanas son de fijarse bien en no meter la pata. A veces no estamos a lo que tenemos que estar, precisamente, porque parte de mi espíritu está ya paseando por A Seveira.
Será por un sentimiento genético castreño arcano, si es que vengo de ahí, pero, incluso, dentro de Rianxo, que para mi es un mundo enorme y maravilloso, me quedé, con mi tribu de adopción y en mi castro, en Abuín de Leiro.
Cosas de la vida.
Cosas maravillosas.
(PD. Atención Centro Cultural Vicente Vidal de Leiro. Ide preparando licor café. Moito.)