Mi querido Profesor:
Mañana empieza la temporada. Será la segunda sin poder
sentir el cobijo de tu abrazo. Pero será también la siguiente temporada, la de
rebuscar debajo de los ameneiros a la más rebuscada. De interpretar el paso del
río con tu enseñanza. De pescar en nuestra memoria, pensamiento... Así, entonces,
en el momento de largar un trallo a tomar el viento del Tambre; adelantar por
el margen del Prado de Louzao, en el Ulla, a los salmones más veloces; darle la
vuelta a la Estaca con Miguel y Juan, y sin ver la Estaca contemplar todos los Bares...
Lanzarás tú.
Seguimos y sigues.
Te echamos de menos. Un huevo, y la yema del otro. Ya sabes.
No paramos de hablar de ti, así que siempre estás aquí. En
cada río, en cada lance. Siempre tú. La esencia sigue, permanece, nos acompaña
y nos guía.
Seguimos pescando en un país que caga de campo, que oda al
cagallón y en el que el problema no es que haya un par de ríos 'Cabrón', sino
el montón de cabrones que andan por los ríos.
Seguimos los mismos. Más juntos y unidos, porque -es cierto-
hemos perdido muchísimo sin ti y necesitamos el hombro con el hombro.
Es
difícil no poder consultarte, preguntarte, hablarte... escucharte.
Yo, mi querido Profesor, tengo la suerte de sentirte en mí para siempre y de que Albertiño
haya pescado contigo, y creo que él ya sabe que también ha tenido esa inmensa
fortuna.
Recuerdo el inicio de temporada en el que, con Miguel y
Juan, sobre el Tambre alfombrado de amistad y pocas troitas, domaste su
perrencha con las palabras más sabias que he escuchado a pie de río.
El otro día, dando Sidol a las cucharillas, entre anécdota y
anécdota y transmitiendo tus frases a mi púber pescador, me aseguró, no
preguntó: "Tú querías mucho al Profesor", y lo hizo con su mirada de
nueve añazos, brillante, luminosa, recordando -sino aquel día de pesca- todas
las frases que le transmito a cada momento. Me llegó al alma.
Nunca me he puesto a comparar, competir o pesar el cariño o
el amor. Uno es uno, dos son dos, y tres un coto de salmón. Lo que sí te puedo
decir es que aquí hay tres tíos, tres amigos que has dejado atados con un lazo
indisoluble, a fuego, que no dejan que un lance sea en vano, que no cesan en
seguir el camino marcado. Que mañana, desde el Ulla al Mendo, lanzarán por ti.
Luego lo harás tú.
Lanzarás tú
Pescar no es el fin. Es el camino.
Siempre Moralejo.