lunes, 26 de julio de 2010

Querido Tino...


Querido Tino:
Ya llega agosto, me voy para Rianxo, para Leiro, donde está mi otra casa.
Te echo de menos. Extraño muchas cosas desde la lejanía, y ahora, cuando regreso como cada año, voy con ilusión, pero muchísima pena.
Me va a costar mucho.
Ya sabes que soy un llorón, es de familia, y me quedan aún lágrimas por ti, así que imagínate. Creo que las guardé para As Cunchas, A Seveira, O Porrón, Abuín...
Cuando te marchaste pensé seriamente en no volver, pero no mucho tiempo, porque ya en diciembre, desde donde estés, me habías convencido. "Tes que volver".
Voy a empezar a hacer la maleta y me sobra el hueco en el que te llevaba alguna carallada de A Coruña. Es inmenso, cabe más de lo que imaginaba.
Pero también tienes que saber que, a la par que jodido, estoy contento de haberte tenido y tenerte como amigo. Han pasado los meses y creo que borré tu teléfono hace días, como si aún esperase una llamada. Y cuando escribo, o hablo de ti, se me pone un nudo en la garganta, como si no consiguiese ni tan si quiera tragar saliva.
Quizá sea lo que tengo que hacer, de hecho posiblemente sea sólo lo que puedo hacer. Hablar de ti, de Vicente, de lo que vivimos juntos. Si alguien me ve parloteando solo por O Campo, no es locura, es añoranza.
Mi memoria está hecha de lazos que no se rompen a pesar de que se rompa la propia vida y uno de esos lazos está atado a tu gamela.
Voy para Rianxo, y cuando entre por Rianxiño mis lágrimas no serán sólo de alegría. Pero la ría, como ya hizo antes, y tú, como ya hiciste antes, seréis el mejor remedio. Esta vez la veré a ella, y a ti, te imaginare, y le seguiré contando a mi hijo, cuando vayamos a pescar y veamos toda la imponente Arousa, que allá, muy lejos, donde las estrellas besan la mar, tengo un amigo, de los buenos, de los que siempre irá conmigo, pescando con nosotros.

"Mira al cielo y verás mi estrella, brillar y brillar..."